¡¡¡Llego tarde, llego tarde!!!
“¡Ay Dios! ¡Ay Dios! ¡Voy a llegar tarde! ” . Eso debía pensar George Dantzig cuando llegaba tarde a una de las clases del doctorado en la Universidad de Berkeley en 1939.
Se encontró el aula vacía y con dos problemas en la pizarra. Solía ser habitual que su profesor de matemáticas, Jerzy Neyman, dejase anotados problemas para que los alumnos tratasen de resolverlos en casa y lo entregasen al comienzo de la clase siguiente.
Dantzig anotó ambas tareas y se puso manos a la obra aunque, en esta ocasión, tuvo que dedicar un esfuerzo adicional, pero finalmente consiguió resolverlas para entregarlas a un, seguramente, sorprendido profesor.
El dato que no tenía Dantzig era que el profesor había explicado que aquellos dos problemas estadísticos estaban aún sin resolver. Su intención no era que los solucionasen, simplemente que los alumnos los conociesen.
Y de esta curiosa manera en forma de retraso, Dantzig entró en la historia de los matemáticas.